sábado, 26 de octubre de 2013

Macuquina Venezolana y su circulación en Puerto Rico

Por Pedro Damián Cano Borrego


A pesar de lo prevenido en la Real Orden Reservada de 18 de marzo de 1771 para la extinción de toda la moneda anterior, y a la específica mención en la misma de que el virrey de Nueva España debía informar a los gobernadores de las Antillas y de la Capitanía General de Venezuela de la recolección de la moneda macuquina a cambio de Situados en la nueva especie a labrar, no se consiguió su extinción. Durante las guerras de independencia de Venezuela, los realistas refugiados en Puerto Rico trajeron gran cantidad de este numerario a la isla, cuyo uso fue autorizado en 1813 y circuló hasta 1857. (Leer +)
La crónica escasez de numerario en Venezuela y otros territorios había hecho que, a petición de los gobernadores del área antillana, por Real Orden de 25 de mayo de 1786 se autorizase la labra de una nueva especie para su circulación como moneda provincial en Caracas y en las Islas de Barlovento, que si bien fue acuñada en la ceca de México en 1787, fue refundida antes de entrar en circulación por Real Orden de 1787. Tras nuevos intentos, esta nueva moneda provincial no llegó a acuñarse.



La escasez afectó asimismo a la moneda macuquina, al ser la que servía para la circulación interior de la Capitanía. Por ello el intendente de Caracas prefería enviar los situados a las provincias de Guayana y Trinidad en los pocos pesos fuertes disponibles antes que dejar el territorio sin moneda cortada o corriente, lo que no era posible por la falta de moneda fuerte, en la cuantía de diez mil pesos, necesaria para hacer frente al situado de Trinidad.



A juicio de Francisco de Saavedra, principal valedor de la solicitud de una moneda provincial, la diferencia entre los valores intrínsecos y extrínsecos de la moneda macuquina dificultaba su extracción. Estimaba que en el territorio no se había introducido moneda falsa, ni en grandes lotes ni paulatinamente, para retirar la de buena ley, y afirmaba que se trataba principalmente de piezas de bajo facial, de medios reales, reales sencillos y escasos reales de a dos.



Durante las guerras de emancipación de Venezuela, tanto los insurgentes como los realistas batieron moneda de necesidad de tipo macuquino a imitación de los reales limeños, según los tipos de cruz y columnas previos a las reformas de la moneda en la época borbónica y con valor facial de reales sencillos y dobles. Vidal i Pellicer fecha las emisiones de los insurgentes entre agosto de 1813 y julio de 1814, y fueron a su parecer batidas en Caracas, muchas con fechas imposibles y signos falsos. Al ser ajustadas en peso y ley, los realistas las habrían seguido acuñando hasta 1817. Otros autores adelantan el comienzo de las emisiones al año 1811.

En cuanto a las monedas acuñadas por el partido realista, conocidas como lanzas por su forma, habrían sido emitidas en Maracaibo entre los años 1813 y 1814 por orden del Capitán General Fernando Miyares, si bien y debido a que este numerario era muy defectuoso, dado que era de labor muy tosca y con graves faltas de peso y ley, se ordenó su retirada de la circulación por Real Orden de 13 de mayo de 1816.



Simultáneamente, en el tramo final del siglo XVIII la escasez de numerario había sido la nota dominante en la circulación monetaria en Puerto Rico, siempre dependiente de los situados de Nueva España y de los pocos tributos –alcabalas, renta del papel sellado, diezmos…- que se recaudaban en la isla. El recurso a la emisión de papeletas sin el respaldo de moneda corriente fue una práctica común desde los violentos huracanes de 1766 hasta principios del siglo XIX, lo que llevó a la falta de su aceptación, a la generalización de su falsificación y a una espiral inflacionaria, que llevó a la valoración de un peso en moneda metálica en diez en papel.



Fue para la amortización de estas papeletas por lo que por Decreto de 18 de junio de 1813 se autorizó por el gobernador Salvador Meléndez Bruna, por recomendación del intendente Alejandro Ramírez, la entrada y circulación legal de la moneda macuquina procedente de los refugiados venezolanos, como un mal menor necesario para garantizar la circulación monetaria en la isla.



Este numerario estaba compuesto tanto de moneda legal batida con anterioridad a la de cordoncillo como por las emisiones antes vistas de los insurgentes y realistas, y era según este Decreto aceptada por su valor nominal para todo tipo de pagos, entendiendo por el mismo el que tuviese en sus improntas o el comúnmente aceptado, Con ello se consiguió amortizar papel moneda en la cuantía de medio millón de pesos, y se dotó a la isla de un circulante que se mantuvo durante años y evitó las anteriores tensiones monetarias sufridas.

La entrada de la moneda macuquina, sin embargo, tuvo también consecuencias negativas, como fueron los problemas derivados de su falta de peso y ley, que hicieron que, contraviniendo las órdenes antes citadas, muchos se negaran a su aceptación. Asimismo, se introdujo en la isla moneda macuquina falsa fabricada en los Estados Unidos, lo que agravó esta situación. Para resolver estos problemas, la Sociedad Económica de Amigos del País creó una comisión especial para el estudio de las medidas a tomar para su extinción.



En sus conclusiones de 8 de marzo de 1855 se hacía referencia a la necesidad de retirarla de la circulación, lo que finalmente se ordenó por Real Decreto de 5 de mayo de 1857, sustituyéndola por moneda de cordón de cuño español. En el momento de la retirada, según Coll y Toste, se cambiaron 1.565.466 pesos y 40 centavos de moneda macuquina a cambio de 1.350.000 pesos en moneda de nuevo cuño. Los tenedores de moneda macuquina recibieron siete reales de moneda fuerte por cada peso de ocho reales macuquino, por lo que la merma real para la población fue de un 12½% del valor de la moneda antigua.

Fuente: www.numismaticodigital.com

domingo, 13 de octubre de 2013

Macuquina




Macuquinas.


Con el nombre de macuquina se conoce en América Latina al tipo de moneda acuñada toscamente en forma manual y a golpes de martillo, método ampliamente utilizado desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII. Existen diversas opiniones sobre el origen de la palabra: mientras algunas sostienen que proviene del vocablo árabe "machuch" (aprobado o sancionado)1 , otras afirman que proviene de la expresión quechua Makkaikuna —o macay cuna— que haría referencia a su fabricación a martillazos.2
These coins were Characterized by Their jagged edges and poor quality of entries, reasons why to the present day in good condition copies are rare to find and usually we high v alue Among collectors. s.

Origen

La acuñación de monedas en forma manual y a golpes de martillo ha sido utilizada por la humanidad desde tiempo inmemorial: desde el segundo milenio A.C hasta el siglo XVI de nuestra era, éste era el sistema más empleado en todo el mundo para elaborar monedas.
En tal sentido la ausencia de maquinaria moderna para acuñar moneda en el imperio colonial español, y las necesidades del comercio en dichos territorios causaron la aparición de las macuquinas. La urgente necesidad de monedas en América Latina desde los inicios del siglo XVI motivó la apertura de cecas como la Casa de Moneda de México, la Casa de Moneda de Lima y la Real Casa de Moneda de Potosí, todas antes del año 1600, a efectos de aprovechar la gran producción de plata y oro de tierras americanas con el fin de acuñar moneda indispensable tanto para pagar tributos a la corona española como para el tráfico mercantil de las colonias.
La acuñación en varios sitios de Europa ya era ejecutada mediante la "prensa de volante", aparato de gran tamaño y complejidad inventado en Italia en el siglo XVI donde discos metálicos eran grabados y cortados por ambos lados mediante una prensa. No obstante tales máquinas, complejas para su época y de fatigoso transporte, no fueron disponibles en América sino hasta empezado el siglo XVIII y los primeros siglos de la colonización española fueron sustentados en la moneda macuquina.

Manufactura

Para fabricar moneda macuquina se empleaban los siguientes procedimientos:
  • El metal era fundido y luego convertido en láminas mediante golpes de martillo. Después de ello se recortaban los cospeles de modo artesanal y se grababan los cuños manualmente sobre la superficie de cada cospel, agregando también del mismo modo las siglas del ensayador (que aseguraba el peso y ley de la moneda) y la fecha de la acuñación.
  • Se colocaba una plancha de metal dúctil entre dos cuños y con un martillo se golpeaba el cuño superior para grabar una imagen en el lado superior de la plancha, luego se repetía la operación en el cuño inferior de manera más tosca, acabando de colocarse detalles en la moneda mediante un simple punzón. Una vez terminado este procedimiento, se cortaban manualmente las secciones del metal dúctil y se obtenían pequeñas piezas de borde bastante irregular (debido a la propia constitución del metal): las monedas propiamente dichas.
Otra forma de obtenerlas era cortar a golpe de martillo porciones del extremo de una barra metálica para obtener fragmentos para batirlos posteriormente y obtener los que vendrían a ser cospeles para luego estamparles a golpe el troquel.
A eso se agrega que los talladores de cada ceca eran los encargados de elaborar los cuños oficiales según los modelos traídos de España (que como moldes deberían ser aplicados a cada cospel) y la propia elaboración de los cuños solía ser defectuosa por falta de pericia del tallador o por imperfecciones en la pureza del metal del cospel. La mala calidad de los cuños y su aplicación manual causaban que las siglas del ensayador (requisito ordenado por las leyes españolas) no siempre aparecieran sobre la moneda o que faltase la fecha de emisión, con lo cual resultaba imposible conocer quién era el ensayador responsable de los defectos que pudieran descubrirse en cada pieza.
Asimismo las macuquinas, como siempre, rara vez tenían forma totalmente redonda (la mayoría tenían forma de corazón, de rombo, o de cuadrado), de modo que la gráfila (el cerco alrededor del anverso y reverso) no salía completa y con ello era fácil cercenar las monedas cortando de éstas minúsculos trozos de plata y oro a la vez que se mantenían en circulación al no poder determinarse si la falta de bordes era fruto de un defecto común de la moneda, o si esto sucedía porque el metal de la moneda había sido cercenada dolosamente por alguien. De hecho, al ser todas las monedas circulantes de plata u oro, el cercenamiento de estas monedas era altamente rentable, aunque atacaba el valor intrínseco de cada pieza que estaba totalmente ligado a la cantidad de metal precioso contenido en ella.

Desaparición de las macuquinas en América

El cercenamiento de las monedas era una práctica habitual a lo largo de la historia. No fue una excepción el caso de España y sus colonias americanas, pero al implicar una reducción en la cantidad del metal precioso de cada moneda era evidente el daño que esta práctica causaba a la economía, pues no existía fiabilidad alguna sobre la autenticidad y valor intrínseco de las monedas supuestamente garantizadas por la Corona, y las propias piezas monetarias no siempre tenían el mismo valor señalado en su denominación facial (un real español, 2, 4 u ocho reales en el caso de las monedas de plata). Esta situación era compensada por el hecho que al tratarse de un producto totalmente artesanal, las macuquinas no requerían de maquinaria compleja para su producción, ni de un taller especial para tal objetivo, tampoco era necesario contar con operarios altamente especializados e inclusive se ahorraba combustible al no ser necesaria más que una sola fundición de la cual se aprovechaba todo resto de metal.
El enorme flujo de monedas de plata y oro hacia España desde América, en parte como tributo y en parte por motivos de comercio, aumentaba la gravedad del problema en tanto la cantidad de moneda española macuquina de la metrópoli era aumentada por las piezas coloniales, perjudicando el valor del circulante español en Europa. A ello se une que en las cecas españolas de América la macuquina era la única unidad monetaria emitida por la autoridad estatal, e inclusive en Venezuela la propia Compañía Guipuzcoana acuñó en el siglo XVIII sus propias macuquinas de plata con autorización del monarca, de tan mala calidad como las demás.
Tal situación estimuló a la corona española a ordenar desde mediados del siglo XVI la progresiva mecanización de todas las cecas de sus dominios en la Península Ibérica, así como las demás naciones europeas empezaban a aplicar la fabricación de monedas por procedimiento mecánico. España empezó con la ceca de Segovia en 1585, donde se estableció por orden del rey Felipe II la acuñación a rodillo, y luego en el siglo XVII se impuso en las cecas peninsulares la acuñación por prensa de volante. Este método fue el que se estableció en las cecas de las colonias americanas de España desde 1730, empezando por la Casa de Moneda de México, para eliminar la emisión de macuquinas; pese a la oposición de los funcionarios que obtenían beneficios con la acuñación de estas monedas tan fáciles de cercenar o adulterar.
La excepcional riqueza de las minas de plata americanas fue un elemento que determinaba un volumen enorme de acuñación de monedas; esto a su vez era un estímulo para que los funcionarios de la Corona se aprovecharan ilegalmente del cercenamiento o adulteración de macuquinas y así procurasen retrasar por todos los medios la aplicación de las órdenes del Rey en las colonias americanas. Muestra de ello fue el escándalo surgido en la ciudad de Potosí (actual Bolivia) a mediados del siglo XVII cuando funcionarios de la ceca adulteraron gran cantidad de monedas a lo largo de los años, agregando menor plata de la debida en las piezas acuñadas.
Pese a estos casos, el nuevo sistema fue adoptado en los años siguientes por todas las colonias hispanas hasta que el año 1767 tras gran resistencia y muchas demoras la Real Casa de Moneda de Potosí acuñó las últimas macuquinas del imperio colonial español dando paso a la fabricación mecanizada de monedas.

El “Fuerte de Páez”



El “Fuerte de Páez” 10 Reales de 1863

El año 1863 marca el final de la Guerra de Federación y con ello termina la actuación gubernamental de Páez. Esta fecha produce también una de las rarezas numismáticas venezolanas: las monedas con la efigie de Páez.
Realmente se trata de una sola pieza hecha para la circulación, la moneda de 10 reales, ya que las demás solo son ensayos. Pero la moneda de 10 reales tampoco llego a manos del público, pues cuando el envío arribo a La Guaira, ya el Gobierno presidido por Páez había sido derrocado. Las monedas fueron regresadas a Francia y allí se refundieron. Solo se salvaron unas 300 piezas que habían sido retiradas de las cajas por el Consulado Venezolano en Paris, antes de que éstas fueran despachadas con destino a Venezuela.

Esta moneda de 10 reales, mejor conocida entre los coleccionistas como el “fuerte de Páez”, lleva en el anverso la efigie de Páez con la inscripción CIUDADANO ESCLARECIDO. En el reverso tiene la leyenda REPUBLICA DE VENEZUELA y entre ramas de laurel, el valor y la fecha. Ambas caras tienen una grafila de perlas; el canto es estriado
En el anverso se distingue un ancla, o sea, el signo de Barre y una abeja correspondiente a Alfred Renouard de la Buissiere, grabador general del Cuño de Estrasburgo de 1855 a 1861 y Director de la Casa de Moneda de Paris de 1861 a 1879. El reverso muestra la A del Curio de Paris. La marca del Director confirma que realmente se llevó a cabo la acuñación de las piezas para la circulación, pues los ensayos parisinos nunca tienen ese distintivo.
Concepto
Especificidades
Periodo
República de Venezuela(1830-1863). Monedas Acuñadas con la efigie del General José Antonio Páez 1863
Denominacion
10 Reales
Reverso
Grafila igual al anverso; en el campo entre dos ramas de laurel el valor: 10 REALES 1863 Alrrededor REPUBLICA DE VENEZUELA y en la parte inferior A, signo de la Casa de Monedas de Paris
Anverso
Gráfila con dentelos hacia el centro de la moneda; en el campo cabeza del General José Antonio Páez mirando hacia la izquierda y alrrededor esta inscrito CIUDADANO ESCLARECIDO y en el exergo inferior: abeja, BARRE y ancla, signos del director y del grabador general de la Casa de Moneda de Paris.
Diámetro
38,000 mm
Peso
10,0000 Gramos
Composición
Ley 800 (80% Plata)
Forma-Canto
Forma circular, canto acanalado en líneas paralelas
Observaciones
Estas monedas nunca llegaron a circular y la mayoría fueron fundidas, de las cuales, se especulan que existen 200 piezas que sobrevivieron.
Catalogo Krause
Y# A11

10 Reales    Y# A11
Valor-Precio en US$

Fecha
Casa Monedas
Acuñación
F
VF
XF
UNC
BU
Observ.
1863
Paris
300M


8500
13000
16000